Mi llegada a casa de Ana

Ana, Muriel y Xona

¡Hola mundo! Ahora me encantan los domingos porque es el día que vengo a contaros cositas y recibo muchos comentarios vuestros, eso me pone muy contenta.

Hoy voy a contaros como llegué a la vida de Ana

Yo conocí a Ana el 26 de febrero del año 2013, ella llegó a la residencia de Fundación Once del perro-guía, donde yo vivía y donde estaba entrenando, y ese día, Cristina mi instructora, me llevó a su habitación. Nos saludamos bien, y Ana me dijo que yo era muy bonita, muy suavita y pequeña.

Cristina le dio mi correa a Ana que dejó que oliese y conociese toda la habitación, pero de pronto, ¡sorpresa! Cristina se fue y me quedé sola en la habitación con quien desde entonces sería mi nueva compañera, pero que en ese momento no nos conocíamos de nada. Me quedé un poco sorprendida y no estaba del todo contenta, la verdad. Ana me dio alguna bolita de pienso para que lo llevase mejor y la viese como una buena persona, y no forzó el contacto entre nosotras, me dijo que sabía que yo no la quería, y que estaba pasando un mal rato, pero que íbamos a conseguir querernos mutuamente. Fue verdad, a día de hoy nos queremos mucho, pero nos llevó nuestro tiempo, por parte de las dos.

Pasamos en aquél sitio algo más de dos semanas trabajando juntas, y siempre que veía a cristina me ponía súper contenta, pero, aunque me saludaba, ya nunca me llevaba con ella y siempre me dejaba con Ana, aunque yo pusiera cara de pena.

La verdad es que hay que decir que desde el principio nos entendimos muy bien, fue muy fácil trabajar juntas, yo lo hacía muy bien, y Ana, al ser la segunda vez que trabajaba con perro-guía no tenía miedo, y entendía donde me iba a equivocar y que lo solucionaríamos. Nos respetamos siempre mucho las dos, sobre todo en cuanto a espacio, yo soy muy cariñosa pero no pegajosa, no me gusta que cualquiera me sujete, intente abrazarme o se siente junto a mi en mi lugar de descanso, por suerte para mí, Ana lo respetó. Un día vino un señor a hacernos fotos, se necesitan para el carné que luego me acreditará como perro-guía, y les gusta hacernos una foto pidiendo al humano que se agache junto a nosotros en actitud cariñosa, cuando Ana se agachó junto a mi y le pidieron que me abrazara, ella pasó la mano por delante de mi pecho y yo le puse una mano en su antebrazo, gesto que todo el mundo entendió como súper tierno, pero que en realidad quería decir que le permitía acercarse solo hasta ahí, por suerte nadie insistió en que me abrazara más.

El curso terminó y nos fuimos a la que desde entonces sería mi casa, en Sevilla, a 600km de donde siempre había vivido.

Cuando llegamos a casa apareció Jose, un chico que nunca había visto antes y que resultó que vivía en casa con Ana. Llegó con una perra como yo, pero de color negro llamada Xona, a la que Ana hizo miles de fiestas, besos y abrazos y Xona estaba súper contenta. Nos saludamos todos y fuimos a dar un mini paseo y oler arbolitos Xona y yo juntas.

Xona resultó ser la perra-guía de Ana antes de mi llegada, pero que ya estaba jubilada. He escuchado a veces por la calle que la gente dice a Ana que, si no les cambian de perro, como de chaqueta jaja, eso suena un poco cruel así que os cuento como funciona.

Xona se jubiló con 10 años, estaba cansada y Ana cuenta que empezó a notar que se desconcentraba en su trabajo, así que, entre Cristina, que también Xona tuvo a Cristina de instructora, y Ana pues decidieron que era buen momento para la jubilación, y que así Xona todavía tendría muchísimo tiempo para disfrutar de la vida estando sana, que no hay que esperar a que enfermemos para darnos la jubilación.

Tras la jubilación Xona siguió viviendo en casa como siempre, con su familia de siempre, y lejos de lo que podáis pensar no echó de menos ir a trabajar, se quedaba feliz en casa descansando. Me dicen que fue una jubilación un poco gradual, que Xona por ejemplo trabajaba un rato los sábados y así poco a poco hasta que nunca más se puso el arnés. Así cuando llegué yo y Ana me colocó el arnés para ir a trabajar Xona no hizo ningún intento de querer ser ella quien trabajase, ya llevaba más de un año sin ponerse el arnés de trabajo, y quedándose en casa tras los paseos.

Al principio Xona y yo jugábamos bastante, aunque entre Ana y Xona había una unión tan fuerte que al principio si interfería en nuestro juego ya no era guay, ellas se entendían de tal forma que yo no podía entrar. Pero esto fue cambiando, Ana cuando salíamos a pasear nos llevaba a las dos juntas a veces y otras veces separadas, para que aprendiésemos que todos somos de la familia, del mismo equipo y que nadie se quedaba atrás. La presencia de Xona en parte facilitó mi adaptación, pero así y todo no fue fácil, yo excepto el rato de jugar con Xona, que se cansaba pronto porque era mayor, no me movía prácticamente de mi colchoneta para nada, todo el mundo decía que es porque yo soy súper buena y súper independiente, pero yo creo que es porque estaba un poco triste.

Con el tiempo empecé a olfatear en los paseos sin arnés como hacía Xona, a consentir que Ana se tirase al suelo conmigo sin que me fuese incómodo, los cepillados, mi carácter fue cambiando, tanto que ahora Ana a veces me dice que no tengo que seguirla a todas partes, que no se escapará jaja, pero es divertido.

Juego mucho, a veces doy lata si no me hacen caso, soy un perro feliz, y muy perro cuando puedo serlo, y muy formal cuando me toca trabajar.

La semana que viene os cuento más cositas, me gustaría saber que os interesa conocer para hablaros de ello, mientras os describiré mi día a día.

Perros guía en el transporte público

Muriel en el tranvía de Zaragoza a los pies de Ana

Quiero deciros que estoy súper contenta porque tengo muchos seguidores y mucha gente que lee mi blog y dice cosas muy bonitas, me alegra muchísimo que os guste lo que cuento, y tenemos que conseguir que llegue a mucha, mucha gente, por romper mitos y leyendas antiguas, y porque tener la información es lo que normaliza todo.

En mi día a día viajo mucho en trasporte público con Ana, nos vamos a referir hoy principalmente al autobús, tranvía o metro, al transporte urbano. Ya sabemos todos como van los transportes de gente, que parece que entramos a presión, en estos casos yo como voy a la altura del suelo, todo lo que veo son multitud de pies que me rodean y se mueven, estoy acostumbrada y no voy a decir que me asuste, pero en ocasiones resulta un poco agobiante, Ana intenta buscar un rinconcito donde pueda sentarme, me pongo debajo de su asiento, pero esto no siempre puede ser porque entre otras cosas no suele haber asiento libre.

Cuando nos colocamos Ana intenta cubrirme con sus pies para que nadie me pise las manitas o el rabo, porque nadie espera un perro ahí y por tanto la gente no mira al suelo al caminar. Cuando vamos a salir, y por tanto hay que acercarse a la puerta, yo veo que los humanos sois capaces de estar súper pegados unos a otros, pero camino a 4 patas, y necesito un espacio diferente en horizontal, aún así voy súper espachurrada y en ocasiones incluso he tenido gente que pretende separar un poco sus piernas y dejarme a mi en medio para avanzar algún paso.

Yo aguanto con todo, estoy súper socializada y súper educada, pero a nadie le gusta que un desconocido se le ponga encima, a mi tampoco. Quiero deciros con esto que es un ratito bastante agobiante para todos, en esta situación si me ves y si no me conoces de nada, por favor, no te eches encima para acariciarme, lo estoy pasando un poquito mal. Ana dice a la gente que mejor intenten no tocarme y respetar un mínimo de mi espacio en lo posible, que bastante agobio paso ahí entre miles de pies y empujones, y la gente le dice que es antipática, que ya no van a ayudarla más, que solo querían tocarme porque ellos tienen un perro, y aunque ya no hay más oportunidad de explicaciones porque la gente enfadada ya entra en discusiones y Ana intenta cortar la conversación para no convertir la situación en insoportable, en este caso no lo hace porque no quiere que me toquéis, ni porque sea un perro guía y me distraiga o no, solo lo hace por mí, porque dentro de lo que es posible quiere tratar de reducir mi estrés en esas situaciones, así que he pensado que si os lo explico yo igual lo entendéis mejor y la próxima vez que veáis un perro en un transporte público, así como en una escalera mecánica etc., que son situaciones que en general soportamos pero no son agradables, entendéis que necesitamos un mínimo de espacio y que no es buen momento para saludarnos.

gracias por leerme, me encantaría conocer a todos mis seguidores muy pronto, y a vuestros compis animales, queremos jugar todos!

visita canina de fin de semana

Ana y Muriel con las caritas una junto a la otra

Hoy estoy muy contenta porque he tenido una visita en casa.

En general los fines de semana me gustan mucho porque todo es más tranquilo, nos levantamos sin tanta prisa, Ana y yo salimos a un paseo algo más largo por la mañana, luego subimos para que Ana desayune, y vamos al mercado, eso me encanta porque allí nos encontramos con su familia, me encanta saludarlos a todos y siempre hay alguien que dice que mejor Ana espere la cola para comprar, que es muy larga y que ellos me llevan a mí de paseo, son 5 minutos, pero, ¡qué divertido! Incluso echo una carrerita por allí por dos calles semipeatonales sin correa, todo muy divertido.

Luego vuelvo con Ana y vuelvo a comportarme como la mejor perra del mundo, que estamos comprando, me gustan los sábados.

Los domingos cada 3 o 4 semanas con suerte hay una salida de senderismo que,, por supuesto hago sin guiar, y sin correa todo el tiempo que es posible, si en algunos tramos no es posible pues Ana me pone una correa larga y hacemos así ese tramo, a disfrutar del senderismo como la que más. Si no hay salida de senderismo pues bueno, siempre hay un rato de parque y cosas divertidas, domingo para todos.

Pero este fin de semana ha sido diferente, han venido a casa unos amigos de Ana y Jose, y traían una perrita llamada Camila, una labradora como yo pero de color chocolate.
Es muy emocionante.

Llegaron el viernes y ese día fue un poco revolución en casa jaja, pero no pasa nada, Ana recogió los juguetes que podían provocar conflictos y ya está. Tengo una pelota blandita de trapo que me encanta, yo no la rompo porque me gusta mucho, pero es muy blandita y Ana la recogió porque es ahora mi juguete favorito y para que no nos enfadásemos Camila y yo. Es que esa pelota me la regaló mi amigo Andrés, ¡es mi favorita!

Dejaron juguetes más duros, todos de marca Kong que son de una goma muy dura, y que incluso si los rompemos pues no pasa nada, así que jugamos con alegría hasta que estos humanos pesados dijeron que ya había que dormir, que de noche no se puede hacer ruido. Entre nosotras nos respetamos y compartimos juguetes babeados sin problema.

Luego nos pusieron otra camita para perros, estaba la mía, pero pusieron otra a Camila para que cada una tuviésemos nuestro lugar de descanso sin que nos generase conflicto que hubiese una sola colchoneta. Luego las camas las utilizamos alternativamente como nos daba la gana, pero lo importante es que había dos, que estaban cerquita pero no compartidas, así que muy bien para las dos, porque podíamos descansar cuando nos apeteciese sin molestar a mi amiga ni ella a mi. Ana dice que esos son detalles tontos que a veces no tenemos en cuenta y que pueden generar conflictos entre dos perros, tanto que solo haya un lugar de descanso, como que yo tenga que molestar al otro perro o el otro a mi para pasar mientras dormimos.

Luego el sábado fuimos al parque a jugar un rato donde lo pasamos genial. Estuvimos corriendo muchísimo también con Enzo, un Golden amigo que conozco de muchos días de parque con Ana, y cuyo compañero humano es muy agradable y nos mola a Ana y a mi.

Después del parque tocó trabajar un rato, fuimos a una terraza donde nos sentamos para que estos 4 chicos y chicas comiesen y bebiesen felizmente.

Total, el fin de semana ha sido muy bueno, me ha encantado jugar con Camila, hemos compartido juguetes, intercambiado camas, paseado juntas, de todo, y ha sido súper divertido y súper agradable para humanos y caninos.

Vuelve pronto, Camila

La indicación Haz, y las caquitas

Ana y Muriel con las caritas una junto a la otra

Bueno bueno, que tengo que agradeceros que me hayáis acogido tan tan bien, estoy muy contenta y os lo agradezco muchísimo.

Hoy os voy a contar cositas por petición popular, espero no defraudaros.

Hay una cosa que escucho con mucha frecuencia que suele decirlo la gente que insiste en que los perros-guía somos esclavo. Ellos insisten en que estamos tan esclavizados que nuestros compañeros humanos son los que nos obligan a hacer pis cuando les conviene, y que para eso existe la indicación Haz. Voy a explicaros lo que es dicha indicación.

Es cierto que existe una palabra, Haz, que para empezar hay que decir que no es una orden, es solo una indicación, nadie nos castiga si al oír esta palabra finalmente no hacemos pis porque no nos apetece, no es una obligación, nunca lo es.

Cuando voy trabajando con Ana, con mi arnés de guía súper centrada, a veces Ana nota, porque yo se lo indico, o porque cree que hace mucho tiempo que no hago pis, es en este caso cuando se utiliza la indicación Haz, que me indica que a pesar de ir con mi arnés puedo parar un poco y olfatear algún arbolito rápido para hacer un pis o lo que necesite, es para eso para lo que sirve la indicación Haz, como un permiso para interrumpir el trabajo si necesito hacer cositas.

Por supuesto cuando estoy de paseo simplemente de correa, o incluso suelta, nadie me dice nada que indique que puedo hacer los pises o las cacas que quiera, y de hecho a veces doy bastantes vueltas antes de decidirme a hacer pis, que Ana dice que no lo entiende porque tengo que tener ganas, pero soy una perra con mis manías, y nadie me castiga por ello.

Y ahora viene la parte de la petición popular, si, cuando hago caca Ana las recoge, siempre, tanto Ana como todas las personas ciegas que yo conozco.

Cuando yo paro a hacer mis cositas, no es la misma postura la que tengo para hacer pis que para hacer caca, para esto el lomo se arquea un poco más, así que cuando ya estoy agachada haciendo, Ana roza mi lomo levemente y así sabe, primero si hago caca o no y segundo donde estoy parada, de forma que cuando me levanto pues ella irá con la bolsa allí donde yo estaba parada, que será donde encuentra premio para recoger. Si, a veces me muevo y por eso Ana sabe que debe repasar un poco alrededor de lo que encuentre porque a veces la cosa queda un poco esparcida, que no se lo pongo siempre fácil jaja, pero si, aunque no lo vea recoge mis caquitas, y ya os digo, suelen hacerlo todas las personas ciegas.

Espero que después de esta entrada os quedéis un poco más tranquilos porque no, nadie nos obliga a nuestras necesidades al oír una orden ni nada parecido.

Vuelvo la próxima semana, espero que me sigáis acompañando

?por qué y cuando puedo, o no, tocar a un perro-guía?

Ana y Muriel con las caritas una junto a la otra

Este tema, si se puede o no tocar a un perro, es un tema muy reiterado y discutido, hoy os voy a contar lo que yo escucho decir a Ana, y también mi versión.

Para esto, claro está, yo creo que lo mejor es el sentido común, cuestión de educación, pero los humanos en esto es que sois muy raros. Los perros, entre nosotros, nunca nos saludamos sin habernos comunicado antes, desde bien lejos, y saber si el otro perro con el que nos cruzamos quiere o no interactuar y si quiere hacerlo con más o con menos cercanía, pero los humanos esto de la comunicación no lo tenéis muy trabajado.

Ya hemos dicho que los perros guía somos primero perros, y después guía, pero casi siempre, incluso si vamos de paseo, incluso si no trabajamos, vamos con una persona ciega. En concreto yo voy con Ana, y lógicamente ella no ve lo que pasa a su alrededor, así que lo sencillo, lo bien hecho sería que si me veis y, aún sin conocernos de nada te apetece saludarme, pues que se lo preguntes a Ana, que se lo digas por lo menos, porque ella no sabe lo que está pasando, quien me toca, de que forma, que me hacen, si es un niño o un adulto, y a veces reacciona de formas que pueden pareceros exageradas o desagradables, pero es por miedo, por miedo a no saber que pasa, si solo me acaricias, si se te ha ocurrido darme algo de comer, donde me tocas, hay zonas de mi cuerpo, en mi caso particularmente la cabeza, que no me gusta que me toquen, y mucho menos que me agarren, y Ana lo sabe y trata de evitarlo en la medida que puede, así que cuando os crucéis con una persona ciega, siempre, siempre, dirigiros a ella antes de tocar a su perro, así todo será más agradable para todos.

Cuando voy trabajando con Ana, con mi arnés de guía, yo creo que es de lógica que no me puedes tocar, ni llamar ni esas cosas que pasan, porque a nadie le interrumpen mientras hace su trabajo, a mi tampoco, y porque aunque os gusten mucho los perros, Ana va conmigo a su vida rutinaria, a trabajar, a comprar etc., si le tocase parar cada vez que a una de las personas con las que nos cruzamos le apetece tocarme es que sería un camino eterno, además de una terrible distracción constante para mí , diferenciar cada minuto si saludo o si me centro en trabajar. A veces me veréis parada, esperando al autobús, junto a Ana mientras compra, mientras toma un café o viajando en un transporte público cualquiera. En ese momento no estamos andando, es cierto, pero no he dejado de trabajar. Si en esos momentos me saludáis, tocáis, llamáis etc., pues Ana tiene que interrumpir su actividad, si por ejemplo está pagando y me pongo a saludar a alguien, Ana no podrá utilizar las manos para pagar porque tiene que manejar mi correa, además, en multitud de estos sitios puedo estar porque soy una perra guía, y para ello se me exige un comportamiento, si dentro de cualquier establecimiento público no tengo un comportamiento controlado, porque me pongo a jugar con toda persona que me llama, podríamos tener un problema con el sitio donde nos encontremos o con alguna persona de la clientela que tenga miedo de los perros.

Además con estas cosas ocurre algo muy curioso y que no entiendo, yo estoy echadita y quietecita, alguien me llama y no respondo, sigue llamando y si al final me levanto me reñís, que no te puedes levantar, que voy a tirar a mi dueña, y comentáis que no estoy bien entrenada porque no debemos movernos nunca, ¿para qué me llamáis entonces? Esto para un perro es muy confuso.

Yo creo que es sencillo, cuando esté trabajando no debes distraerme nunca, y cuando vaya de paseo, como cualquier perro, pues hablar siempre con Ana, que sepa quien hay y que está pasando antes de que me toquéis, es cuestión de respeto porque ella no os ve, veréis como todo es mucho más fácil, y no es cierto esas cosas que escucho de que está prohibido que me toque cualquier persona que no sea Ana, que solo puedo conocer su olor, que si me tocáis ya dejo de ser guía, que no puedo ser sociable para que luego trabaje bien, nada de eso, soy una perra, y como a cualquiera de mi especie me gustan los saludos, aunque unos somos más simpáticos, incluso pegajosos, y otros menos, cosas de cada individuo.

Un día cualquiera con Ana

Muriel en el tranvía de Zaragoza a los pies de Ana

¡Vuelvo a contaros cositas por aquí!

Hoy me apetece describir como es un día cualquiera de mi vida junto a Ana, para que aclaremos cositas, cuanto trabaja normalmente un perro guía y lo que se me exige y lo que no.

Mi día comienza a las 6:15 de la mañana cuando suena el despertador. Normalmente me estiro plácidamente en la cama y que vengna a saludarme a mi jajaja, que es temprano.

Me levanto para comer, y luego mientras en casa desayunan y se preparan para salir yo vuelvo a dormirme, así que hasta las 7 paso de actividad.

A las 7 salgo a la calle y nos acercamos a los arbolitos a hacer el primer pis, parece mentira pero aunque hace muchas horas que no salgo, por la mañana me entretengo mucho antes de hacer pis.

Voy con Ana a dar una vuelta sin el arnés de guiado, solo de correa, aprovecho para olfatear todo y hacer todas mis cositas. Luego ya me ponen el arnés de trabajo y, normalmente vamos andando hasta el hospital Virgen del Rociío, que es donde trabaja Ana. Tardamos unos 50 minutos más o menos.

Cuando llegamos al hospital Ana me felicita mucho y procura llegar 5 o 10 minutos antes de que empiece el volumen grande de compañeros para poder aprovechar nuestros 5 minutos de comer algún premio pequeño y jugar un poco juntas.

En realidad no me parece malo ir al hospital, allí todas las fisioterapeutas, que son mayoritariamente chicas, me quieren mucho y las saludo a todas.

En la sala de fisioterapia ya estoy sin correa ni arnés, tengo libertad para estar en la sala de ordenadores donde casi siempre hay alguien, y en otra habitación que está al lado. A la sala grande llena de camillas y pacientes nunca salgo, me dijeron el primer día que ahí mejor no, y lo respeto. Tengo una colchoneta guay en un rincón por el que nadie tiene que pasar y cuando quiero echarme ahí pues descanso sin que me molesten para pasar o para cualquier cosa, aunque otras veces prefiero ponerme debajo de la mesa, pegada a los pies de quien trabaje en el ordenador, o tumbarme en el suelo cuando entra un rayito de sol, para aprovecharlo.

Muriel en su colchoneta del trabajo con un ojo abierto y el otro cerrado

Sobre las 10:30 Ana sale a desayunar con sus compañeras y yo aprovecho también para hacer un pis y oler algún arbolito, ay una calle llena de árboles y me dejan 5 minutillos para olfatear un poco antes de volver dentro y seguir por allí descansando o buscando mimos de alguien libre de trabajo.

A medio día ya volvemos a casa, suelo estar tan dormida a esa hora que Ana siempre tiene que llamarme dos o tres veces y esperar a que me estire bien antes de acudir a ponerme mi arnés de trabajo y poder salir a la calle, estirar la espalda y patas es muy importante antes de la actividad, todos los fisios lo dicen. La vuelta a casa ya la hacemos en autobús, y lo que andamos ya se reduce a unos 10 minutos. Del tema del transporte público a tope y como me encuentro hablaremos otro día.

Las tardes casi nunca son igual, pero en general por la tarde casi no trabajo, salgo con Ana pero a dar un paseo solo con correa, cerquita claro, en el que puedo olfatear tranquilamente. Otras veces vamos al parque, y aunque tengo que llegar hasta allí trabajando, guiando eso sí, pero
Al llegar me sueltan y juego por allí todo lo que quiero con los perritos y perritas que me encuentre. Ana dice que soy muy buena y está muy orgullosa de mí, aunque yo sé que cada vez que me suelta tiene miedo por si no acudo a la llamada, pero prima mi necesidad de ser perro y aguanta su miedo. A cambio yo siempre acudo, aunque a veces tardo un poco jaja.

Al volver a casa toca comer, momento favorito del día, y ya tras un rato de perseguir a Ana por si se le ocurre escaparse por la ducha o algo así, me voy a dormir y paso de moverme hasta por la mañana.

Ya veis que aunque soy perro-guía, hago mucho más que trabajar, y en el parque encuentro a algún compañero canino que me cuenta que su vida es algo peor que la mía.

Gracias por leerme, me encantan vuestras preguntas y vuestros comentarios, os contaré gmuchísimas cositas más.

Lo que aporta un perro-guía como yo a una persona ciega.

¿sabéis una cosa? Hace 3 años, mi compañera humana, Ana, fue invitada a unas jornadas de intervenciones asistidas con animales para contar lo que un perro guía significa para una persona ciega, y la experiencia de esta convivencia. La experiencia fue muy bonita y por eso creo que igual esa es una buena forma de empezar a contaros por aquí.

 La llegada de Xona, que fue la primera guía que llegó a la vida de Ana marcó un antes y un después, hizo que Ana pasara de  Ir donde hubiese que ir a disfrutar simplemente de caminar, de pasear, a poder pensar mientras camina y no ir únicamente centrada en no tropezar. Perdió el miedo a estaciones de tren y autobuses, así como a todos los espacios abiertos, el mundo acompañada de un perro-guía pasó a ser infinitamente más fácil y accesible. Después de Xona, yo seguí compartiendo vida y trabajo con Ana.

Yo busco para ella puertas, pasos de peatones, metro, marquesinas de autobús, entiendo cuando tiene miedo o cuando está súper segura en cualquier momento y Ana entiende también cuando yo estoy bien, cuando dudo, cuando me pasa algo, si algo me asusta, si el suelo quema en exceso, y, por supuesto lo respeta y me ayuda, como yo a ella. Cualquier cosa que nos pase, hemos creado una comunicación y un vínculo que nos permite entendernos y respetar cada una de estas situaciones por las dos partes.

A veces escucho a la gente decir que yo llevo a Ana a cualquier sitio, eso no es del todo verdad, yo soy una perra, es Ana quien conoce el camino que debemos realizar y me da indicaciones de dirección, somos u equipo, Ana marca el camino y yo le indico por donde ir para no tropezar y busco los cruces o lo que ella me pida.

A la hora de cruzar un semáforo, yo marco donde está el inicio del paso, pero no soy yo quien decide cuando cruzar, eso corresponde a Ana, cuando el semáforo está en verde para cruzar Ana me dice que avancemos y entonces cruzamos, esa decisión tampoco me corresponde a mi, es responsabilidad humana.

Otra cosa que me sorprende es que a veces los humanos pensáis que los perros-guía sabemos cuando llega el autobús que necesitamos. No es así, yo sé buscar e indicar a Ana donde está la marquesina de la parada del autobús, y por repetición aprendo que cuando llegamos allí, vendrá un autobús y hay que subirse, pero si en una misma parada hay más de una línea que para, será Ana quien decida cuando subimos, ya sé que soy súper lista, pero no me alcanza para leer el número de la línea del autobús, que también Ana haga algo, ¿no? Tengo muchíiisimas cosas que contaros, pero otro día sigo, así será más sencillo e intrigante.

Diario de una perrita guía

¡Hola a todos! Me llamo Muriel y soy la perrita guía de mi mejor amiga Ana. Hace un año os conté cómo era mi trabajo y qué me gustaba hacer en mi tiempo libre. No os podéis ni imaginar la repercusión que tuvieron mis ladridos. Me reconocen por la calle, me felicitan e incluso algunas personas no paran de hacerse “selfies” conmigo para subirlos al Instagram. Mis amigos me dicen que ahora soy una perrita famosa, pero yo sigo siendo la misma. Sigo disfrutando de mi trabajo, de los mimos de Ana y de mis colegas caninos cuando bajo a jugar al parque. 

Hoy estoy de nuevo aquí con vosotros para qué podáis conocer un poco más sobre mí. Muchos me soléis preguntar cómo he llegado a convertirme en perrita guía, cómo sé qué tengo que hacer en cada momento. Así que os voy a contar todo lo que recuerdo de mi etapa de adiestramiento ¿me acompañáis en este viaje?

Desde el mismo momento en que nací mi mamá me dijo que yo era una perrita especial porque tenía una misión muy importante que cumplir en esta vida: ser los ojos de las personas que no podían ver. Al principio no lo entendí y reconozco que me daba miedo tener en mis patas tanta responsabilidad, pero al conocer a Ana confié en su olor y en su voz al instante y todos mis temores desaparecieron. Pero antes de llegar a mi hogar definitivo junto a Ana, estuve viviendo con una familia de acogida durante un año. 

Fue muy divertido porque tanto los niños como los adultos de la casa me quisieron mucho. Jugaban conmigo y me llevaban a todas partes, incluso a lugares donde otros perros no podían entrar, para lo cual, me ponían un peto de color amarillo que lleva escrito Futuro Perro Guía. Era como tener un pase VIP perruno y un mundo entero por descubrir: museos, transportes, restaurantes, cines etc…Más tarde me explicaron que los futuros perros guía, por ley, tenemos permiso para acceder a todos estos espacios. Durante el tiempo que estuve con mi primera familia no dejaban de observar y tomar nota de todas mis reacciones a sonidos, a vehículos en movimiento y a otros estímulos. Al principio me pareció raro, pero luego descubrí que esto también formaba parte de mi educación.

Tras un año con mi familia de acogida me despedí de ellos para ir a la Escuela Oficial de Perros Guía. No voy a negar que lloré y que me sentí muy triste, pero al mismo tiempo, también estaba muy ilusionada por aprender y conocer a nuevos amigos que eran como yo, durante los próximos seis meses. 

Allí me enseñaron a evitar obstáculos, buscar y marcar el inicio de escaleras o bordillos, cruzar las calles y pasos de cebra en línea recta, pararme, subir al transporte público, a obedecer, pero también a desobedecer órdenes de forma inteligente, ya que, si mi humana se equivoca en algún comando, yo tengo que saber tomar la decisión correcta para llevarla sana y salva a su destino. Otra cosa que me enseñaron fue acostumbrarme al uso del arnés, es parecido al peto amarillo que llevaba de cachorro, pero más incómodo y pesado. Este elemento es fundamental para mi trabajo, ya que, a través de él, Ana puede sentir todos mis movimientos y caminar confiada y segura por toda la ciudad.

Ha sido una etapa divertida y emocionante. No siempre ha sido fácil, pero recuerdo con mucho cariño aquellos días. Pero lo más importante es que todo ese aprendizaje me ha llevado a Ana, mi ser humano favorito. Mientras yo la guío, ella me cuida y achucha siempre que tiene ocasión. Sin duda formamos un tándem perfecto ¿no creéis? Palabra de Muriel.

Palabra de Muriel

Muriel: «Antes soy perrita que guía.
Trabajar es mi responsabilidad
y divertirme mi necesidad»

Hola, me llamo Muriel y hace cuatro años que vivo con Ana. Soy una perrita labradora y mi profesión es ser guía, siempre que Ana necesita ir a algún sitio. Desde que soy pequeña me han entrenado para ser responsable por eso cuando estoy en mis horas de trabajo, toda mi concentración y mi objetivo principal se centra en llevar a Ana a su destino sin ningún contratiempo o distracción y obedeciendo sus indicaciones. Me gusta mucho mi trabajo y ser por unas horas sus ojos y su vista. 

Pero lo que de verdad me gusta es ese tiempo que disfrutamos juntas en mis horas libres cuando no trabajo como guía. Adoro ir al parque con Ana porque mientras ella se entretiene y habla con otros humanos, yo puedo ser y comportarme como lo que realmente soy, una perrita que le gusta divertirse cuando no trabaja. 

Me lo paso genial jugando con mis amigos perros, me gusta correr con ellos, retozar por el suelo, hacer la croqueta, conocer canes nuevos, olfatearlos y dormir largas siestas. Me encanta perseguir palomas, sentir la hierba fresca bajo mis patas cuando hace calor, los árboles, oler farolas pero sobretodo me encantan las personas. 

Aunque he de reconocer que en ocasiones, cuando me ven jugar alejada de Ana, sus reacciones son algo extrañas conmigo y menosprecian mi trabajo diciéndome que no soy una buena perra guía. Muchas personas tienen la falsa creencia que un perro guía ha de permanecer siempre junto a su ama como una estatua sin moverse o comportarse como un Cyborg y no es así, eso es sólo un mito. 

No comprenden algo tan sencillo como que primero soy una perrita y luego guía. ¿Acaso el ser humano no se divierte cuando sale de trabajar? Pues yo también tengo la necesidad de distraerme y descansar fuera de mi horario laboral. 

Pero por lo general las personas son muy amables conmigo y les encanta acariciarme y piropearme. Siempre que me ven por la calle con Ana me dicen lo guapa y buena que soy, lo cual me hace feliz y si no estoy en mis horas de trabajo, se lo agradezco devolviéndoles el saludo con una gran sonrisa, algún ladrido y muchos lametones. El problema está cuando me encuentro trabajando como guía porque en ese momento no puedo ni debo saludar a nadie para no distraerme de mi objetivo. He de tener todos mis sentidos puestos en guiar a mi compañera Ana. Así que perdonadme si no os hago mucho caso en ese momento.

Pero después del trabajo soy toda vuestra pues soy muy sociable y además me encanta dejarme querer. La verdad es que soy una perrita muy feliz porque Ana es mi mejor amiga y es la persona a la que más quiero del mundo. Me encanta estar con ella porque es muy alegre, positiva, nos divertimos mucho juntas, siempre que puede me da mimos y mis chuches favoritas. Pero sobretodo y lo más importante es que siempre cuidamos la una de la otra y así lo haré hasta mi último aliento.

Palabra de Muriel.